AMOR CIEGO.
¡Su tabaco, gracias¡
Me gusta su voz.
Echo una moneda, acerco una oreja, la izquierda o la derecha, según, y escucho su voz. Estos son los momentos más dulces de mis días.
Desde que empecé a perder visión, ha aumentado mi sensibilidad a los sonidos, y es así como pese al timbre metálico que me llega de la máquina sé apreciar la belleza de su voz, tan llena de matices y cortesía.
Ahora ya compro ocho paquetes diarios; se los regalo a los mendigos. Se me acumulan diecisiete y hago con ellos una pira en la terraza. Aprovecho para quemar mis viejas cartas de amor.
Soy el hombre perseverante que ha decidido conocerla. Para ello muevo los contactos más adecuados a mi propósito: Tabacalera, Recreativos Franco y Tomás, un sargento de la Guardia Civil que está destinado en la Brigada Antivicio.
Por fin consigo su dirección. Urbanización “El Retiro” de Alcorcón, Bloque H, 4º D. Pensando en nuestro próximo encuentro, considero que hubiese sido más bonito que viviese en la calle Gloria Fuertes.
Subo al cuarto y llamo al timbre. No me lo puedo creer: está en casa.
Me siento muy apuesto con el uniforme de inspector de Gas Natural y la credencial convenientemente falsificada y plastificada.
- Venía por lo del Gas
- Adelante.
No le reconozco la voz. Debe estar constipada. Le digo ¡Su Strepsils, gracias¡ y muevo los deditos como diciendo…. ¿Lo pillas?
Como venía por lo del Gas, me abre una portezuela a ras del suelo y descubro un laberinto de tubos que traen a mi memoria esas láminas de anatomía en las que aparecen el intestino grueso y el delgado. Pienso que la formación profesional está infravalorada.
En la genuflexión propia de mis tareas le confieso mis sentimientos y mis propósitos.
¡Qué mujer¡ Resulta difícil imaginar una conjunción tal de fuerza corporal, sabiduría anatómica y botas con puntas de acero, como las que emplea para empotrar su puntera en mi rabadilla.
Aún con la cabeza enredada en el intestino grueso le digo que son lágrimas de amor.
Después de decir ¡degenerado¡ me coge en vilo, abre la puerta y me arroja al descansillo cual si yo fuese una bolsa de ganchitos.
¡Qué mujer¡ Realmente, no la imaginaba tan fornida.
Miro la puerta. ¿Era 4º B o 4º D?
Bajo al portal y me fijo en los buzones:
4º B
Ramón Ustáriz
Bombero
EL HILO
Como un hilo
la vida.
cayendo,
de la madeja del tiempo
hasta agotar las sorpresas.
Hilo que se extiende
fluye tan estrecho,
lineal, repetitivo.
Hilo que se tensa, que es música
al roce de tus labios.
Hilo,
que lame tu lengua y enhebras sabiamente,
y borda una rosa en tu piel
tan perfumada.
Hilo que hiere
la yema de tus dedos,
sangre que los tiñe
de un rojo violento.
Hilo que estrangula
su cuello de hilo enamorado
nudo, dolor insondable.
Hilo que fluye,
derecho al abismo
dulce del tiempo.
Al mar, de algas como hilos
¡tan fríos!
EL ZAGUAN
Estoy contigo y me siento
como un viejo a la puerta de su casa
Arriba el sol
tu sonrisa futura
el viento de tu voz
acaricia las hojas
Pasan los niños
con sus juegos de siempre
pasa el tiempo
con su estruendo de grillos
con su silencio de nieve.
Y así todo es tan lindo
porque tú estás conmigo
y me siento como un viejo
a la puerta de su casa
ASFALTO
Cierro los ojos
Fuerte hasta las lágrimas
Mis pies son un surco
de delfines nocturnos
delfines ciegos
recordando tu risa.
Cierro los ojos
Corro hasta las calles que tú viste
Te imagino allí parada
Mirando escaparates en silencio.
Y mis pies son un surco
de delfines nocturnos.
ODIO.
Te odio lo justo
Te odio con un odio diminuto
como un poni de jinetes niños
En el ascensor no te dirijo la palabra
No te arrojo palabras
Te arrojo una culebra transparente
que se enrosca sigilosa en tu tobillo
y es coral de colores, roja y verde
sobre el marfil de los huesos que adivino
No temas, no te picará
Tienes más veneno
Me la vendió ayer el frutero
escondida entre dos kilos de manzanas
Me la pesó en una báscula romana,
como es de justicia y es de fuero
Para ti no existe báscula ¡pesada¡
CHAO.
Has subido a la barca de mis recuerdos
Te saludo desde la orilla
con el traje recién puesto de embajador de Hungría,
los bigotes y los morros retorcidos.
Te saludo con una mano.
Con la otra me sujeto la risa y el ombligo
Ha venido mi caballo,
perpendicular a la orilla,
mirando al horizonte por encima de la barca,
echando espuma.
Te hago una reverencia
l e n t í s i m a
Me quito el gorro de Napoleón
Estoy loco
por olvidarte.
Chao
HOMENAJE A HOUDINI.
Soy el Houdini
de tus muslos de pollo y tus cadenas,
del celofán de tus besos que me envuelven,
me descubren lo oscuro de mi entraña.
Devoro con paciencia
tu dulce telaraña y voy saliendo
Ya estoy fuera
(aunque murciélago)
batiendo las alas
Es de noche
Hoy es mi día
JUAN M. TOLEDANO CERRATO.
Madrid 2.011.